Michael Jordan

Michael Jeffrey Jordan nació el 17 de febrero de 1963 en Brooklyn, Nueva York. Egresado de la universidad de Carolina del Norte, fue elegido en la posición número 3 del draft previo a la temporada 1984/1985 (los dirigentes de Houston Rockets y Portland Trail Blazers, dueños de las dos primeras selecciones, todavía deben estar arrepintiéndose).
Jugó 15 temporadas en la NBA, ganó 6 títulos con los Chicago Bulls, anotó 38.279 puntos, bajó 7.824 rebotes, entregó 6.655 asistencias y robó 2.890 balones. Sin embargo, cualquiera que lo haya visto jugar sabe que no hay número que alcance a reflejar la magnitud de su figura.
Esa plasticidad para saltar y suspenderse en el aire, esa extraña habilidad que tienen los distintos, los verdaderamente talentosos, para aparecer con mayor fuerza en los momentos más importantes, esa grandeza fuera de la cancha que complementaba su talento adentro... Eso, y tantas otras virtudes, acercan un poco más a intentar una definición de quién fue realmente.
Además, fue parte del equipo más deslumbrante que haya pisado jamás un terreno de juego. Un conjunto que tiene bien ganado el apodo de Dream Team y que solía dejar en ridículo a sus rivales, que muchas veces tenían como objetivo máximo sacarse fotos con las estrellas, porque sabían que no les iban a ganar. Magic Johnson, Larry Bird, Charles Barkley, John Stockton, David Robinson, y más, mucho más... Medalla dorada en los Juegos Olímpicos Barcelona 1992 (la segunda para Air tras la de Los Angeles ´84) y un lujo que muy difícilmente vuelva a repetirse.
Michael Jeffrey Jordan, Su Majestad. No h
Guillermo Vilas
Puede parecer arriesgada la afirmación, pero nada de esto hubiera sido posible si 30 años antes no hubiera habido un señor que cambió para siempre la historia del tenis en el país, transformó lo que era un deporte elitista en una pasión popular y sirvió de modelo para miles de chicos que soñaban con lograr hacer algunas de las cosas que él creaba con su raqueta.
Esta es la historia de Guillermo Vilas. Nació el 17 de agosto de 1952 en la ciudad de Buenos Aires, contrariamente a la creencia generalizada de que lo hizo en Mar del Plata. La ciudad portuaria fue, sin embargo, escenario de sus primeras incursiones contra el frontón.

Tuvo su primer profesor de tenis a los 11 años y a partir de alló comenzó a competir. La ecuación surge con naturalidad: así como empezó a competir, empezó a ganar. Primero torneos internos, luego regionales, luego nacionales y finalmente el salto al exterior. Su triunfo en el tradicional Orange Bowl de 1968 marcó la pauta de que ya estaba listo para jugar con los profesionales.
Y vaya si lo estaba... La conquista del Abierto de Buenos Aires en 1973, derrotando en la final nada más y menos que al sueco Bjorn Borg, fue el primero de sus 62 títulos en singles, que se sumaron a los 15 en dobles.
De esas 62 consagraciones hay algunas que sobresalen del resto por su importancia. El Torneo de Maestros de 1974, tras vencer en el partido decisivo al rumano Ilie Nastase, fue su primer gran logro y la certeza de que Vilas era grande entre los grandes.
Luego llegarían los cuatro Grand Slams: Roland Garros y Forest Hills en el 77 y Australia ´78 y ´79. Nunca pasó los cuartos de final en Wimbledon, pero lo justificó con su ya célebre frase: "El pasto es para las vacas".
Ese 1977 fue sin dudas su mejor año. La marca de 16 campeonatos en una temporada aún sigue vigente, ganó el Grand Prix (al igual que en el ´74 y ´75) y quedó claro para todos que Willy era el mejor por esos tiempos. Para todos, claro, menos para la computadora. El intrincado sistema de cálculo de ránking, basado en un promedio, colocó al estadounidense Jimmy Connors en la cima, relegando a Vilas al segundo lugar.
Si en el circuito ganó todo (o casi todo) lo que se propuso, la cuenta pendiente de su carrera tiene que ver con la esquiva Copa Davis, ese objeto deseado y hasta el momento inalcanzable para el tenis argentino. Arañó la gloria en 1981, de visitante y ante Estados Unidos. Aquella vez, una treta de John Mc Enroe dio vuelta el trámite psicológico del doble, punto clave de la serie. Los locales terminaron ganando ese juego y se alzaron con la Ensaladera de Plata.
Sin embargo, cuando más cerca estuvo Argentina de ganar la Davis con Vilas fue el año anterior, 1980. La semifinal con Checoslovaquia era el trampolín para la accesible final con Italia, preludio de lo que hubiera sido la consagración. Conflictos internos sacaron de foco al equipo y permitieron a Lendl y compañía llevarse la serie y posteriormente el título.
Kitzbuhel fue testigo de su último éxito allá por 1983. Siguió jugando hasta 1992 y después se hizo a un lado para dar paso a las nuevas generaciones, las que crecieron viéndolo jugar, las que soñaron con ser como él y las que conviven con su sombra. El tenis argentino goza en la actualidad de buena salud. Está cosechando los frutos del árbol que alguna vez plantó Guillermo Vilas. Es imposible de comprobar, pero muy probablemente nada de esto hubiera sido posible sin él, el que cambió la historia para siempre.abrá ninguno igual.
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